Es curioso, hace cincuenta años se intuía el avance post moderno de los que pensaban en un Bilbao como ciudad puntera. Ya los hacedores de carteles expresaban sus ganas de quitarse estigmas sobre el carácter de los vascos. Y esa sombra de paleto de caserío en las antípodas.
A estas alturas del siglo la realidad es otra como su cartel. Es un indicativo. La boina y el traje de aldeano/a sigue haciendo gracia junto con una vieja zarrapastrosa denominada Mari Fiesta. Que además solo se acuerdan de ella como aquellos hijos desalmados que olvidan a sus seres en los asilos. Por eso levanta los brazos pidiendo ayuda para salir de la pantomima publica y que la dejen morir en paz de una vez y para siempre. Que inventen otra fiesta, a esta la hemos amortajado ya bastante.
