El otro día en la televisión volví a ver después de mucho tiempo la cara de alguien que fue un símbolo y un héroe en los años oscuros. Al principio solo lo reconocí por su quemada voz, porque su rostro casi no se parecía al que yo recordaba, el que pertenece a las trémulas fotografías de la memoria. El olvido y el tiempo lo han maltratado sin misericordia, enturbiando de melancolía y de alcohol el brillo de sus ojos, embotando sus labios que apenas abre cuando habla. Su cara es un territorio devastado. El pelo despeinado y sucio le cae sobre la frente como en una parodia póstuma de juventud o de rebeldía. Su destino ha sido el de los guerreros tristes que no mueren a tiempo, que sobreviven como los boxeadores derribados a la aniquilación de su orgullo. De vez en cuando se nos aparecen y nos hablan como le habló a Ulises en el Hades la sombra sin sosiego de Aquiles. Les decimos que si, les pagamos una copa, escapamos de ellos como si su cercanía pudiera contagiarnos la enfermedad del fracaso.
A. Muñoz Molina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Esté de acuerdo o no con lo que escribas, nunca te quitaré el derecho a expresarte como quieras sepas o puedas. Ese mismo respeto lo tengo conmigo. Si es para difamar o insultar NO sale. Gracias por venir...