Ayer y como ocasión a mi onomástica un ser humano extraordinario quiso invitarme a comer y me dijo que eligiera el lugar. Si esto me lo dice hace 15 años tendría un montón de sitios donde salir encantado de la vida : Colavidas, Rogelio, Casa Rufo, y un largo etc. De estos tres que había en Bilbao por poner un ejemplo, solo permanece Casa Rufo. Entonces pensé que cogiendo el autobús debajo de la casa donde vivo en Portugalete, me deja casi en la puerta del restaurante y como cada vez soy mas cómodo creo que optaré por este ultimo. Y así lo hice. Eran las 14:30 cuando entraba por la puerta y viaje sin querer y en un instante 25 años atrás cuando estuve por vez primera. Todo seguía igual, todo salvo Jose Luis que esta como todos pero a el se le nota menos, porque parece tener un pacto con el diablo. Esta majo. A las que no recordaba ni un poco son a las dos mujeres que atienden las mesas, no se si llevan toda la vida o no pero a partir de ayer, creo que no se me quitaran de la cabeza. Al entrar una de ellas nos miraba desde la entrada del comedor fijamente y con un intento de sonrisa contesto a las buenas tardes. Pasamos, y en ese momento solo estábamos dos para comer, después fueron llenándose las pocas e incomodas mesas. Habia mirado previamente la carta por Internet antes de reservar y sabia lo que quería degustar. Me decante por algunas especialidades de la casa.
Cuando llegaron la media docena de cocretas de pollo sabia que ese plato no tendría que haberlo pedido, ya que llenan mucho aun y así comí una y media. Pero es que ademas tampoco me parecen nada del otro mundo, es algo soso y se puede prescindir totalmente de ellas. Después llego el salmón trabajado y marinado de tal manera que estaba delicioso, muy rico de verdad. Viene presentado con la silueta de un pez y cortado en tacos, pero ni lo notas. Mas tarde llego ella junto con unas patatas fritas y unos pimientos verdes colocados en formación. La chuleta venia encima de una piedra caliente, me gusta mas cuando viene con su aparatito y sus brasas humeantes aunque lo mejor es el contenido y ese estaba exquisito. No pudimos con toda ella, tampoco con toda la guarnición por eso le dije a la mujer que nos atendía que si era tan amable nos lo pusiera para llevar. Algo muy habitual en estos últimos años. Terminamos el café con el sabor de una trufa y pedimos la cuenta. Nos levantamos y mientras esperábamos en la entrada llego la camarera con las vueltas y con la media docena de trozos de carne envueltos en papel de albal. Por un momento me dije ¿ Es una broma ?. Pero no, fue tal cual te lo cuento. ¿ Se pensaría que serian para una mascota ?. Y otra ¿ Que paso con las patatas y los pimientos ?. Generalmente el establecimiento te da un tuper con todo lo que decidas llevar y una bolsita para su traslado. Pero bueno la vida es eso a fin de cuentas : Salir ahí fuera y seguir sorprendiéndote. Una veces para bien, otras no tanto. No obstante es una visita casi obligada porque el lugar tiene cierto encanto que solamente entrando en el puedes apreciar. Tampoco hay que olvidar que el paso del tiempo deja su reguero de cansancio y la frescura se pierde, tal y como nos ocurre a todo bitxo viviente.
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