En dos o tres semanas, Manolin ya se había asentado y acostumbrado a su nuevo hogar, a su nuevo barrio, a la hora en que se iba su madre y a las rarezas cada vez mas acentuadas de ese hombre oscuro. En esos primeros días Azucena le tenia en palmitas. Le compro ropa, le llevaba de paseo, le presentaba a todo el mundo que conocía y le compraba casi todo lo que se le antojaba, todos los caprichos eran para el niño. Y todo parecía poco para ella. Por supuesto yo estaba encantado, pero no sentía ninguna atracción maternal, nunca la tuve. Y eso que esa mujer parecía estar volcada en cuerpo y alma. Tal vez tratando de sentir la maternidad perdida. Tal vez para llenar algún tipo de soledad de vacío. O tal vez para escapar aunque fuera por unas horas de algo que le estuviera atormentando.
Muchas de las palabras y algunas expresiones de esta historia cruda y real que estoy relatando, puede que no sean del todo ajustadas a los años de ese ya, adolescente. Aunque a decir verdad, esta criatura en tan poco tiempo de vida se había curtido en las adversidades y eso le llevo a tener un sentido mas acentuado de responsabilidad sobre si mismo. Pero los hechos son rigurosamente ciertos.
De momento yo estaba como de vacaciones, pero esto se iba a acabar muy pronto. Un día mientras estábamos comiendo los tres, el me pregunto sobre mis estudios, mis días de escuela, pero por supuesto, poco podía contarle, apenas la pise, pero tenia lo básico. Sabia leer, escribir, dibujar, que el Pisuerga pasaba por Valladolid y poco mas. Es que no me gusta estudiar, le dije. Yo quiero ser joyero, además, mi ultimo trabajo donde los tíos hacia eso. En ese momento Azucena entro en la conversación diciendo que ella conocía al que le arreglaba sus cosas cuando alguna se le rompía o quería hacer algún cambio. Y que le iba a preguntar. El propuso que de momento me apuntara a una academia para aprender francés, que eso era bueno para el día de mañana. Imagino que yo fliparía al escucharlo A la semana siguiente ya estaba acudiendo de Lunes a Jueves de ocho a nueve y media de la noche y además tenia horario de llegar a casa. A las diez en punto. A medida que pasaban los días notaba que al hombre oscuro le estaba ocurriendo algo que no lograba entender pero si percibir. Su relación con Azucena se había vuelto mas tensa y distante en el trato. Nunca le vi un gesto de cariño hacia ella, nunca les vi darse un beso, un abrazo. Solo había frialdad y actitudes déspotas en cosas absurdas y que no tenían importancia. Y sobre todo mucha tensión. Es como si me llegada le hubiera roto su crucigrama o su viacrucis. Como si le hubiera restado protagonismo, algo así como la envidia , los celos. No lo se
Un día mientras desayunaba escuche a mi madre hablando por teléfono sobre mi. Al parecer era su joyero de confianza o cabecera. Al colgar me dijo, anda vístete que vamos a ir a su taller que esta en el centro. Al día siguiente comencé de nuevo, aquello que deje en Madrid. Entraba a las nueve de la mañana, salía a la una y media para comer. Luego volvía a las cuatro y a las ocho y media ya estaba fuera. De ahí me iba a la academia de francés y llegaba a casa puntual . A los pocos meses y ante los pésimos resultados para aprender idiomas aquello se acabó. Hable con mi madre le dije que aquello no me gustaba y que llegaba muy cansado. El hombre oscuro se enfureció y me grito ¡ Eres un zoquete, un burro, así no serás nada en tu vida ! y tu tienes la culpa por tenerlo tan consentido, le grito a mi madre, tan sorprendida y ojiplática como yo. Y esta le contesto ¡ Tu a mi no me grites y no tienes porque hablarle así a mi hijo, quien te has creído que eres !. Se levanto enfurecido sin terminar de comer y se marchó a trabajar dando un portazo. Recuerdo como si lo estuviera escuchando ahora mismo, lo que dijo mi madre inmediatamente después ¡ Anda y que te den por culo hijo puta, que me tienes mas que harta ! . Esas palabras, la agresividad y el mal rollo que había presenciado por primera vez a partir de ese momento se volverían habituales en los casi cuatro años que estuve en esa casa. La cosa no pintaba nada bien. La vida diaria se haría rutina, llegaba de trabajar cenábamos. El se iba a la sala se descalzaba, perfumaba la habitación con sus pies como siempre y se dormía. Mientras, yo recogía y limpiaba la cerda cocina que dejaba para que al día siguiente Azucena la encontrara como la dejó como la dejaba siempre : Como los chorros del oro que se dice.
A el le importaba una mierda que mi madre llegara reventada por las horas del trabajo y que mientras recogía y limpiaba su casa, se fuera asfixiando y no tuviera las mas mínima delicadeza. Todavía recuerdo con estupor como dejaba el cuarto de baño cuando venia de la obra al mediodía y algún día se duchaba. La ropa sucia y las toallas tiradas en el suelo, la bañera llena de pelos y barro, el espejo del lavabo salpicado. Después salía se cambiaba de ropa se tomaba un vino y se sentaba en la mesa, esperando a que mi madre terminara de limpiar su mierda. Todavía me llega a los oídos aquellas quejas aquellos lamentos e insultos a media voz que profería aquella mujer asmática. Esa que después se tenia que sentar en la cocina un rato antes de hacer nada mas porque llegaba ahogada. Yo me rompía por dentro el ogro cerdo y oscuro ni se inmutaba. Y así cada día, por el eso el odio me fue creciendo por dentro, el temor también. En silencio y sigiloso yo trataba de aminorar las tensiones y cada cosa que veía sucia por culpa del sucio, yo la limpiaba, la recogía, la ordenaba, la colocaba en su sitio. Tal y como las dejaba ella. La situación no era fácil para un adolescente ni para su madre. Sin embargo en el taller de joyería que estaba como aprendiz las cosas no podían ir mejor.
Pasaba la mayor parte del tiempo sentado a la izquierda del maestro joyero. Observando cada cosa que hacia, además ese era el trato para empezar : Fijarse, observar, estar muy atento y eso se me daba muy bien. En una ocasión vino mi madre al taller para ver como iba todo. Pues muy le dijo el maestro es un chico espabilado, lo esta haciendo muy bien. Y es que en poco tiempo comencé a pulir, a fundir y a laminar el preciado metal. Una tarde le pedí que me dejara soldar mi anillo, uno de esos de sello que llevaba inscritas las iniciales. Estas seguro, si maestro creo que lo hare bien. Pues nada, adelante es tuyo, si te sale mal, tu veras lo que haces. Venga, haber que has aprendido : Y me puse a la tarea de cortarlo porque me quedaba algo grande. Primero le hice un corte, lo metí en un cono de medidas lo puse en el que correspondía y corte el sobrante. Ahora había que soldarlo, así que lo metí en un liquido verde que servía para que al calentarlo levemente con el soplete con fuelle de pie, el metal no se ennegreciera. Esto hacia como una capa protectora blanca. Junte bien los extremos que había que unir con soldadura, le puse un trocito de metal de soldar para este fin y comencé a calentarlo alrededor para que cogiera calor. Pero cuando le di mas fuerza para soldar, pego un estallido tal que salto de la mesa y se clavo en el techo. Me quede como una estatua sin entender nada. Donde he fallado, porque ha estallado me preguntaba todavía con el susto en el cuerpo. Mi maestro también se asusto pero no paraba de reírse, cuando le pregunte porque había pasado, esto me lo explicó.
Estos sellos generalmente eran huecos aunque aparentaban peso. Es cierto que los había macizos pero no era este el caso. Cuando se fabrican o manipulan y al tener que bañarlo varias veces en líquidos y mas tarde en acido sulfúrico para su blanqueamiento después de soldarlos, siempre quedan restos de liquido dentro. Al estar cerrado por completo y darle calor, la presión le hace estallar. Por eso antes de nada había que hacerles un agujerito finísimo con taladro en una esquinita de la parte interior. Y eso mismo fue lo que ocurrió, se me olvido este importante paso. Aun y así el maestro me felicito: Muy bien, eres arriesgado y se ve que te gusta el oficio, sigue así. La cosa es que además de estar en el taller, traerle el café y/o el tabaco, también recogía y llevaba los trabajos que nos encargaban la mayoría de joyerías que había, que eran unas cuantas. Solo había dos joyeros, pero mi maestro era el que mas trabajo tenia
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Esté de acuerdo o no con lo que escribas, nunca te quitaré el derecho a expresarte como quieras sepas o puedas. Ese mismo respeto lo tengo conmigo. Si es para difamar o insultar NO sale. Gracias por venir...