Mientras entraba el tren en la estación, no paraba de mirar tras los cristales tratando de reconocer a mi madre, pero apenas sabia ya como era su cara y eso me puso mas nervioso de lo que estaba. Cuando trataba de bajar del tren de repente se extendió una mano entre el gentío y una voz que decía ¡ Manolin, soy Luis ! era el hombre oscuro, el taxista o como queráis llamarle. Me agarre y logre pisar tierra mientras una señora que se disponía a salir también, le daba mi pequeña maleta en un acto amable mientras sonría. Después y hasta que llegue a la casa, lo único que recuerdo es preguntarle al señor serio y oscuro ¿ Donde esta mi madre ? . Tampoco tengo nada especial en mi cabeza en el encuentro con ella. Supongo que me lanzaría a sus brazos, besos etc. Pero lo único que sentía y eso lo tengo grabado, es que estaba en un sitio lejos, en otra casa con habitación para mi solo y con otras personas bajo un mismo techo. Las pocas y humildes referencias que tenia a mis trece años se desvanecieron para siempre. Tengo la impresión que fue en ese momento cuando me sentí mas adulto y también mas solo. Es posible que a partir de ese día me diera realmente cuenta de que tenia que ser fuerte, aún mas.
No hablaba mucho y eso que hablaba por los codos con todo el mundo. Quizás por eso durante un tiempo de mi vida fui locutor de radio. Pero ese capitulo todavía no ha llegado. Como te decía, no articulaba palabra, pero mi fijaba en todos los detalles y ahora además de cojito era un gran observador. Y así ha sido hasta la fecha. Estoy por asegurar que es la pieza clave en haber resistido cualquier embate que me dio la vida a lo largo de todos estos años. Por eso cuando miraba a mi madre fijamente mientras se movía por la casa o haciendo la comida, la limpieza etc veía a una mujer enérgica, pegada a un cigarro a un café y a una respiración complicada por culpa del Asma que padecía. Verla casi ahogándose cuando le daba muy fuerte, me angustiaba. Sobre todo cuando buscaba ansiosamente por todos los cajones el pequeño envase de Ventolin. Al verla saltaba de la silla como un loco buscando yo también, preso de los nervios sin saber que hacer. Después, inhalaba dos o tres veces, se tranquilizaba y me decía apoyando los dos brazos en la mesa ¡ tranquilo hijo, ya se me pasa, no es nada !. Se daba media vuelta y casi por arte de magia ya tenia otro cigarrillo preparado para recibir fuego
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Llegue antes del mediodía, ya con la maleta en mi cuarto y la ropa en su sitio al poco rato ya estaba mi madre preparando la mesa para comer, pero faltaba el hombre oscuro, había salido a un recado. Escuchamos la llave en la puerta, ahí esta. Traía en una mano la bolsa con el pan y en la otra una bandeja cuadrada y negra envuelta en papel gordo y marrón. La puso en mitad de la mesa y cuando la destapo ¡¡ Oh dios mío !! era una empanada de bonito enorme. Fue cosa de mi madre para darme una sorpresa, sabia que me encantaba. Cuando pregunte por la Mirinda de naranja, ya la traía en la mano. Eso me calmo el cansancio del viaje y me acerco un poco mas a Azucena. El hombre oscuro no era de muchas palabras era mas de gestos, de actitudes - Ya sabrás porque digo esto -. Bien, pues si a eso le añadías su semblante serio y su corpulencia, solo me producía respeto y algo de temor. No se, es posible también que algo de inquietud. Y así fue todo el tiempo que estuve bajo su mismo techo.
Sin embargo, visto con la perspectiva del tiempo y alguna foto que andaba por casa, cuando era mas joven, me parecía un tipo atractivo que podía gustar a cualquier mujer por su timidez y su planta. Cuando estaba con mi madre lo seguía siendo. Es como eso que dicen, que con el tiempo y los años hay mucha gente que gana. Pues eso. Luis era de esos hombres cautivadores, dispuestos, amables y sonrientes. Un amor, si, pero de puertas para fuera. Dentro, además de oscuro, era tenebroso, déspota, agresivo y amenazante. De esos que saben herir, de los que tienen muy claro donde hendirte la llaga del desprecio y la indiferencia. Era un animal herido, una bestia llena de complejos y prejuicios. Pero lo mas sorprendente es que a su vez era un tipo tremendamente culto. Podías preguntarle lo que quisieras sobre historia, geografía, países etc Era un enciclopedia andante .También era amante de la música clásica, sobre todo Beethoven y su quinta sinfonía. Sabia de todo, quien le escuchaba se quedaba embobado, yo entre ellos. Y esto precisamente y en muchas ocasiones siempre me ha roto los esquemas. Pero lo peor de todo es que esta especie también habita ahora mismo entre nosotros/as. Lo ha hecho siempre
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Después de comer Luis se levanto de la mesa, y sin decir nada se fue a la sala. Segundos después y mientras miraba a mi madre como recogía la mesa, me dice ¡ anda vete a la sala a echarte y acuéstate un rato tu también ! que yo tengo que prepararme para ir a trabajar. Y le hice caso. Estaba tumbado y descalzo en el sofá y cuando entre y me senté en un sillón cercano, el olor a pies era horrible, todavía lo tengo pegado en mi cerebro ¡ Que asco ! . Y ahí estaba yo, como un burro en una garaje. Escuchando música clásica con un tío medio durmiéndose. Al rato como no lograba dormir y me aburría me lvante despacito baje la música y puse la televisión, con tan mala suerte que estaba muy alta y aunque la baje de inmediato el grito de ¡¡ Que coño haces joder ! y la cara de ese hombre me dejaron helado e inmóvil. A partir de ahí, esa actitud seria frecuente. En ese momento me entro pánico y quería salir corriendo, abrir la puerta y no parar de correr. Pero me quede agazapado y dormido, hasta que Azucena me despertó para darme un beso y decirme hasta mañana. No se que paso después de que se fuera. Cuando cayo la noche me dijo si tenia hambre, le dije que no mucha casi susurrando, Ven acompáñame haber que hacemos. No se que preparo ni que comí pero aquella cocina que dejo Azucena impoluta cuando se marcho, quedo hecha un cuadro. Aceite derramado, restos de comida y una cacharrería enorme en la pila. El se marcho a tumbarse de nuevo a la sala. Yo me quede recogí y fregué todo pensando en mi madre y en su Asma. Y así seria el resto del tiempo que estuve en esa casa.
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Al día siguiente Azucena me despertó para desayunar, me levante pero el hombre oscuro no estaba. Pregunte por el y me dijo que había ido a trabajar. Donde, le pregunte. A una obra, es el encargado. Luego viene a la una come rápido, se va y vuelve a las 6,30. Así que te quedaras solito cuando yo me vaya. Pero será solo una hora, añadió. Y acariciándome la cabeza me dice, además ya eres todo un hombrecito. En ese momento sonó el timbre de la puerta, eran los vecinos de al lado. El sastre su mujer y media docena de hijos e hijas, casi todos correlativos. Venían a conocerme. El mayor se llamaba Tino y era de mi edad. Desde ese momento ya tenia un amigo, el único que tuve en esa época de mi vida en aquella ciudad. Nos íbamos a pescar, a bañarnos al rio, recorríamos caminos vecinales con la bicicleta. Y en mas de una ocasión tuvimos que salir por patas cuando nos metiamos a escondidas en las fincas para comer cerezas. Fue un bálsamo un asidero donde agarrarme. Mi gran y única válvula de escape hasta que paso lo que indudablemente tenia que pasar ...
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