Un día al llegar a casa después de trabajar, Pilar, mi tía, me dice que me siente a su lado que tiene que decirme algo de parte de Azucena, su hermana y también mi madre. Te escucho. Bueno, pues nada que tu madre quiere que te vayas a vivir con ella. Ya sabes que ahora esta con un señor, aquel que vino algunas veces, el taxista. ¿ Te acuerdas ? El mismo que fue a verte un día al hospital. No recuerdo nada mas de aquella conversación, salvo que me puse muy contento. Lo que sentía en ese momento y lo que sentí siempre, no era carencia de madre, de padre de abrazos, de besos. Me había acostumbrado a no tener nada de eso con tantas idas y venidas. En Azucena veía y sentía a una señora cercana, que me trataba bien, me hacia regalos, era guapa y me daba empanada con Mirinda de naranja. ¿ Que mas podía pedir después de pasar tantas envidias y algunos desaires en casa de Pilar ?
Y llego el día de la partida un par de semanas antes de cumplir los trece años. Casi sin darme cuenta me encontraba en la Estación del Norte con mis tíos, mis primos y una pequeña maleta de cartón con todas mis pertenencias. Eran las once de la noche el expreso a la Coruña salía quince minutos mas tarde. Desde el compartimento del tren y asomado a la ventana, veía a otra madre a otra familia que perdía. Me miraban y me decían adiós con las manos en alto. Yo hacia lo mismo. Entre todos y en un instante formamos un charco de lagrimas mientras el tren poco a poco iba saliendo de la estación. Nunca mas los volvería a ver.
Camino de mi nuevo de destino, mi nueva vida. Quien sabe lo que iría pensando ese adolescente de trece años en el trayecto mientras apoyaba su nariz al cristal frio del tren, mirando pasar la noche, las casas y aquellos arboles que a lo lejos le parecían monstruos que se movían entre sus variopintas formas al trote del convoy. Por otra parte, que estarían pensando Azucena y Luis, el hombre oscuro, novio o acompañante de mi madre. Fue de Azucena la decisión, fue de el o fue de los dos. Nunca se lo pregunte, nunca me lo dijo. Nadie lo sabe y nadie lo sabrá, fallecieron hace tiempo. Pero haciendo un esfuerzo a pesar de la distancia y la época, supongo que ella. Estaba bien situada, tenia un hombre a su lado que le daba compañía y seguridad. Y tal vez quería recuperar el tiempo perdido y no vivido con el hijo que tenia. Tal vez porque se sentía culpable. O porque quizás así cumpliría su razón de ser en la vida. Una existencia por cierto, también, muy dura, durísima desde muy joven. Pero antes de que llegue al destino, ese mismo del que partí siendo un chavalín, deja que te cuente primero quien era ese hombre oscuro llamado Luis. Porque lo que vi y después lo que sentí cuando viví bajo el mismo techo, fue un infierno. A renglón seguido también te diré como era Azucena en ese tiempo
Imagen de Internet
Eran cuatro chicos y cinco chicas. Luis provenía de una familia bien acomodada que a lo largo de los años se hicieron constructores. La mitad de la ciudad de Ponferrada la edificaron ellos en los tiempos donde el ladrillo mandaba. El cabeza de familia debía de tener asuntos con el alcohol. Problema que traslado a dos de sus hijos, Luis era uno de ellos . También supe con los años, que el resto de los hermanos, tampoco andaban muy bien de la cabeza. Siempre había problemas y peleas entre ellos. La única que se salvaba era la madre, a la que nuestro hombre quería con locura y con la única que mantenía buena relación. Hasta que ocurrió la gran bronca que marcaria para siempre la vida de todos. Un día Luis celebraba sus veinticinco cumpleaños y se dirigía en autobús a encontrarse con unos amigos en la ciudad, cuando de repente reconoció a su padre de espaldas sentado en la parte delantera del vehículo. Se estaba besando y magreando descaradamente y sin escrúpulos con una mujer que no era la suya. Se bajo lleno de furia de cólera y regreso a casa. Mas tarde con nocturnidad y alevosía entró en el establo cercano a la casa de campo donde vivían todos y arrojó a un pozo cercano toda la matanza de nueve cerdos que habían preparado meses antes. Y también no se cuantas cosas mas, después le prendió fuego y desapareció
No tengo ni idea si alguien de su familia sabia la razón del porque había hecho eso, pero aquello marco lo que seria un antes y un después. La bronca según supe fue de órdago. Esa misma noche el padre en un ataque de locura y con la cara desencajada lo buscaba, por la casa, por el campo por el pueblo gritando que lo iba a matar acompañado con todo tipo de insultos y amenazas. Pero Luis ya se había marchado del pueblo, de la ciudad y del país. Estuvo años viajando y trabajando por Europa sin regresar. Lo hizo poco después de enterarse que su padre había muerto de cáncer de hígado. De lo mismo que moriría el cuando le tocó
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