Estaba trasteando en mi ordenar y escuchando el programa dominical en radio Nervión. Allí los oyentes llaman para cuestiones diversas, pero sobre todo para quejarse o protestar libremente de múltiples cosas que pasan cada día. Pero hoy hubo una que posiblemente desató a - quien la escuchamos - un desgarro visceral brutal. Una impotencia lacerante y ganas de gritar contra la mentira y a favor del derecho humano mas imprescindible. Era el grito de la calle ajada, el lamento del hambre y la soledad mas absoluta de una mujer española de 48 años. Enferma y proscrita por sus padres, esos que la pegaban desde pequeñita por comer con la mano izquierda sin percatarse que la niña era zurda. Ahora es una - sin nada - machacada con nocturnidad y alevosía por las hienas que vigilan la noche, nos cuenta su lucha diaria, su denuncia al sistema que la olvida y la ningunea. Luego se rompe en canal y le avergüenzan sus lagrimas argumentando que al fin y al cabo, hay gente que esta peor. Cuando terminó la llamada permanecí quieto, inmóvil como una estatua hueca y note que algo en mi interior sabia a hiel, a rabia, a vacío. Después sentí pudor de la sociedad que hemos llegado a construir entre todos/as... Esta es su historia.
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