Despues de pasar la noche en Ofenburg visitamos la calle principal paseando y mirando tiendas. Algo preferido de Miss Jacinta. Y porque no decirlo, algo que tampoco me desagrada. Como tampoco me importa dar un vistazo por los mercadillos y fijarme en la gente que estamos en él. Mas tarde nos sentamos un poco en un terrazita para recobrar fuerzas y volver a la carretera.
Por cierto, como casi todo el mundo sabe Alemania tiene unas carreteras fantásticas y totalmente gratuitas. Pero si eres nuevo/a en esto de conducir, mejor espera a estar mas suelto/a, para circular por ellas. Se conduce muy bien, pero se va tremendamente rápido. Vehículos que ves pasar por el carril izquierdo a mas de 200 por hora te dejan con el pelo de punta. Sin contarte los tres millones de camiones de los que no van a noventa y los siete de túneles que te acompañan en todo el trayecto. Uno de ellos ¡¡ al loro ¡¡ doce kilómetros de largo. ¿ Como te quedas ?. Esta circunstancia se da en practicamente todas las carreteras por las que se ha circulado. Muchísimo tráfico no apto para conductores noveles, lentos/as o inseguros/as. Sinceramente la tensión y stress se deja notar. Hay que estar muy atentos y muy despiertos. Es una sugerencia que tienes que tener en cuenta.
Esta vez el punto del mapa nos llevaba hasta Titisee. Un pueblo lleno de hoteles y restaurantes muy asequibles. Un rincón que es como de cuento. Y como no, su pequeño pero mágico lago que le da el encanto y la justificación del destino. Además de la amplia y bien planificada oferta hotelera hay al menos tres camping muy bien preparados. Es envidiable el respeto que se tiene por el entorno y por las personas. Por eso todo funciona en orden. Por eso da gusto caminar por sus calles donde la tolerancia se palpa se siente y se vive.
Despues de todo el calor que pasamos, soñábamos con un bañito en el lago, pero una gran ventolera tipo - Huracán - una bajada de temperatura considerable, mas las nubes grises cubriéndolo todo nos trajeron a la vida real y no pudo ser. Al día siguiente el amanecer fue de vicio. Tenias la impresión de que el agua del lago estaba ardiendo viendo como el vapor emergía de sus entrañas para mezclarse con el entorno y descubrir una mañana para vivirla intensamente. Tres horas despues, volvieron las nubes, pero ya estábamos dándole las ultimas bocanadas al pequeño pueblo mientras la noria nos hacia cosquillas en la piel. El viaje tiene que continuar y pusimos rumbo a otro lago a ver si había mas suerte. Pero realmente cuando estas cerca parece el mismo mar. Así que el GPS tenía la orden de llevarnos a Konstanz y la carretera se abrió dejando paso a otra aventura. A otro lugar del " Bosque Negro ".
Parte 5 ... Próximamente
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