Lo primero que mas sorprendió al entrar en Austria y parar en una gasolinera es que el gasóleo estaba a 1,12 euros el litro. Y es que en Alemania se estuvo pagando entre 1,20 y 1,35. Mientras que en Suiza se pagaba a 1,50 y 1,60 . Pero sin duda la mas cara se encontraba en Italia a 1,70. Como es lógico había que estar muy al loro en todas y cada una de las marcas que se encuentran en las autopistas para ahorrarte unos euros. Y es que en esos países si se siente el libre mercado y la competencia. Nada que ver con España, donde se reúnen las grandes marcas en hoteles de lujo para darse la comilona y pactar precios después en los prostíbulos de lo zona. Bien, pues este detalle nos hizo pensar que el país tal vez no sería muy caro. Como así fue.
Y es que a decir verdad no sabíamos nada de la tierra que acabábamos de pisar salvo que en Innsbruck es de donde se celebran habitualmente los saltos de esquí. Y Salzburgo que vio nacer a Mozart. Hasta llegar a la frontera el viaje fue entre las entrañas de los Alpes Austriacos donde en su parte mas alta tuvimos nieve, niebla y los huevos de corbata en mi caso. Cambió el tiempo, la temperatura y se escondió el Sol. El viaje hasta el primer destino tuvo también infinidad de túneles. Uno de ellos de 12 kilómetros. Se lo que estarán pensando los que tengan Claustrofobia. Entrabamos de noche a Innsbruck y fue muy angustiosa la travesía ya que entramos por un lugar desconocido, donde las obras, los tranvías, las Lumis esperando clientes, los coches que te siguen y la poca luz de farolas o centros comerciales hacían del volante y mis manos una bomba de relojería. Eran mas o menos las 23 horas cuando llegamos a la parte antigua de la ciudad casi desierta a esas horas y encontrábamos un hueco cerca de un Iglesia ( de nuevo ) y a unos cientos de metros de la Central de la Policía Nacional.
La temperatura era buena salvo un ligero sirimiri que lo inundaba todo pero decidimos soltar un poco las piernas antes de dormir e intentar comprar un paquete de tabaco. Me quede sin nada sin darme cuenta y estaba con mono. Pero cuando miramos alrededor todo estaba en silencio y no se divisaba a trescientos metros a la redonda ni seres vivos ni establecimientos abiertos. Cuando regresábamos por una calle distinta hacia la furgoneta divise un local ¡¡¡ Ostias mira Jacinta uno abierto ¡¡¡ . Fue la salvación total después de un viaje duro con gilipollas de carretera incluido. Era como el lugar de siempre de los clientes diarios. Estaban en ese momento una doce personas, algunas jugando al ajedrez y otras fumando y charlando. ¿ Fumando dentro del local ?. Si, toda una curiosidad, pero se podía. La leve música sonaba a Jazz como la decoración del local. Y ojo, con piano incluido. Toda una sorpresa. Tenía café, cerveza, cigarrillos y ¡¡ Oh por fin Wifi ¡¡ ¡¡¡ . Claro que ya eran mas de la media noche como par enviar mensajitos. Pero alguno se envió. Y aprovechamos también para ponernos un poco al día del estado del mundo. Todo eso hizo olvidar el trayecto y caímos rendidos como moscas. Como siempre, hacia las siete de la mañana abrí los ojos, separó un poco la cortinilla y las gotas de lluvia sobre el cristal apenas dejaban ver el grisáceo día que nos esperaba.
" ALGÚN DÍA TE CUENTO UN POQUITO DE SU HISTORIA "
Lo curioso es que en Innsbruck el tiempo cambia casi sin darte cuenta. Como así fue a lo largo del día que acababa de nacer y donde lució el Sol hasta media tarde. Ya montados en nuestra plegable, enfundados en el chubasquero y los gorros por montera nos fuimos a visitar la ciudad vieja. Arropada por los impresionantes Alpes, es un lugar no muy grande pero tremendamente puro. El aire sabe a limpio en la también impoluta ciudad. Nada mas llegar al lugar donde se encuentra el famoso " Tejado de Oro " nos sorprendió el ejercito de "deformes y pedigüeños" rumanos que pululaban en cualquier rincón y en las terrazas de las cafeterías. Donde les invitaban a salir del espacio de clientes para que no pidieran por las mesas. Es aquí también donde nos encontramos mas españoles mientras comentaban cosas por la parte antigua llena de productos y objetos de la zona.
¡¡¡ CEMENTERIO AL FINAL DE LA PISTA ¡¡¡
La Miss dijo que ya era hora del Amaiketako justo cuando un local pequeñito ofrecía degustaciones típicas. Nada mejor que una tabla, un poco de pan y un blanquito para empujar. Después de visitar toda esta zona. Nos fuimos a ver de cerca los escenarios que vemos habitualmente cada Año Nuevo. El lugar es impresionante. Las vistas desde donde se deslizan maravillosas. Toda una gozada, salvo una curiosidad macabra : Al final de la pista, hay un cementerio. Se tenía previsto subir hasta Salzburgo que estaba a doscientos mas o menos, pero el empeoramiento del tiempo nos quitó las ganas y decidimos comenzar a bajar y acercándonos para aprovechar un par de días descansando en una playita antes de finalizar el viaje. La Jacinta Miss dio su visto bueno y pusimos rumbo a Italia. Y como Génova estaba en el camino ese era nuestro próximo destino. Así que me acomodé, y le di al clic de la música y la carretera se lleno con la voz de Pavaroti ...
Parte 7... Próximamente
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