He vivido y sentido las fiestas de Bilbao desde su nacimiento. He estado en sus entrañas participando activamente en cada uno de sus contenidos, y como no podía ser de otra manera, poco a poco vas dejando a los que vienen empujando que tomen el relevo. A partir de entonces las vives de diferente manera. Entre la nostalgia de lo vivido y la batalla contra el tedio natural de las cosas, pero ahí estas.Dejando al margen la política y la politización que todos han echo aprovechando la masa de seres humanos en un acontecimiento multitudinario como la Aste Nagusia o Fiestas de Bilbao, hay también sectores empresariales y poderosos apellidos que también han contribuido a que hoy y desde hace al menos 10 años la fiesta este muerta, incluso para ellos.
Todo parece lo mismo que el pasado año el anterior y el otro. Este quizás sea el mas cruel en cuanto a la crisis, ya que estamos todavía mas jodidos. Sabemos que cualquier fiesta está en el bolsillo, digan lo que digan. Por eso muchos solo pasean o hacen bulto, pero apenas consumen. Incluso entre el mundo denominado VIP. Y es que además de los tan cacareados 300 actos, se necesitan estímulos visuales externos que inciten a venir a participar y a quedarse y esto no se da ni por asomo.Para ser mas concreto tengo que señalar varias cuestiones. La fiesta se circunscribe esencialmente en la parte vieja de la ciudad, concretamente desde la Plaza Circular hacia abajo. Allí se encuentran las txoznas, la zona mas concurrida por seres humanos entre los 16 a 30 años cuando cae la noche. Cualquier día de fiestas das un paseo desde esta plaza hacia el centro de la ciudad y allí no pasa nada. Es una ciudad muerta. Nada me dice que esta ciudad está en su Semana Grande. Es mentira.
Hubo un tiempo - el mejor a mi juicio - donde la fiesta se extendía hasta el Sagrado Corazón, es decir de punta a punta a la ciudad. Los hoteles y locales de marcha tenían su propio programa y sus espectáculos. La plaza del Ensanche, Arriquibar, Jardines de Albia y tantas otras se convertían en inmensas carpas donde beber, comer y muchas risas estaban aseguradas. Las entradas a la ciudad por cualquiera de sus arterias se engalanaba y se anunciaba la osadía de una semana de jolgorio. El transporte público se vestía de fiesta y la gente, la masa, hacía lo propio. Todo eso ha muerto o lo hemos asesinado. Y es que vivimos en una ciudad demasiado garantista municipalmente hablando, siendo esto, una gran metástasis en si misma. Intentar desde la administración satisfacer a todo el mundo, es un derecho democrático que todo poder tiene que tratar de conseguir. Pero tratar de hacerlo en fiestas es imposible. Por eso mismo si es la Semana Grande de Bilbao, que todos tengan las mismas oportunidades de negocio y las mismas jodiendas. Que no se centre exclusivamente la fiesta en un extremo de la Noble Villa y con una programación solapada y a Doc exclusiva solo para unos pocos. Toros, ambiente de pose, vino fino y paseíllo en los hoteles donde siempre se hospeda la farándula y los famosos. Comida o cena de amigotes de pañuelo de baldosa en la marisquería del centro y copita de fuegos en la azotea exclusiva para la otra fiesta.
Todo Bilbao mas todos los que vienen en estos días: beben, comen, cagan, mean, cantan, escupen y rompen en la parte vieja de la ciudad. Donde al parecer viven los piojosos. Gracias al Ayuntamiento, a la Comisión de Fiestas, las Comparsas, o a la madre que parió a la vieja utilizada y olvidada Mari Jaia por ser tan justos, tan democráticos y tan garantistas.
Continuará
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