Hacía años que no estaba a primera hora de la mañana en la carrera de un encierro en las fiestas de San Fermín en Pamplona, pero este último fín de semana allí estuve. Y como siempre, un diez a la mayoría de seres humanos de todas las partes del mundo que se suman a este encuentro de vino y rosas. También, y como siempre, hay algún idiota que se hace notar. Un tonto a las tres. Esos, no tienen cabida en la fiesta. Y por eso mismo , cuando surge uno, enseguida es apartado por agentes y funcionarios del orden, así como por la "jauría humana" que no esta para que le jodan el acto y el día.
Llegamos a Pamplona hacía las nueve de la noche. Y lo mas acertado en el último fin de semana de encierros es dejar a La Jacinta lo mas alejada de entorno festivo. Nada mas entrar en la ciudad, vi un hueco en el barrio San Jorge y allí se quedo aparcadita. Y es que ahora en Pamplona se ha extendido la Zona Azul y hay que pagar el estacionamiento para así tener contenta la caja del ayuntamiento. Lo mas increíble y envidiable desde que conozco Pamplona en fiestas, es ver como de lado a lado de la ciudad, los pamploneses/as se atavían con la clásica ropa blanca, y sus inconfundibles complementos, pañuelo y fajín rojo, dándole a la ciudad un aspecto alucinante. Todos/as participan de una manera u otra. Nos desplazamos hasta el centro de la fiesta en autobús urbano y decidimos sentarnos en una terracita de la Plaza del Castillo, donde la gente, el ambiente, y los distintos olores de una semana de fiesta y diversión pegados al asfalto, presagiaban un fin de semana multitudinario, Claro que los casi 30 grados de temperatura ambiente hacían todo lo demás.
Como había que madrugar para estar fresco en el encierro, a eso de las 2, intentamos pillar un autobús de vuelta para descansar, pero fue un taxi compartido quien nos llevó hasta La Jacinta. Fue llegar y caer muerto. Se anda la ostia de un lado a otro, y uno tiene una edad y una pierna que va a su aire. El despertador de mi Androide no sonó a la hora señalada ( 5 de la madrugada ) porque no le di al botón correcto. A eso de las 6 me desperté y en tan solo 7 minutos estábamos sentados en el autobús de vuelta a la fiesta. Queríamos pillar sitio para sentarnos en las barreras y ver pasar a las manadas de toros y seres humanos. Si no es a esa hora, ya no pillas buen sitio. Tres horas sentado esperando, para algo fugaz. Decidimos entrar en la plaza. Fue lo mejor que pudimos hacer. En un lateral de coso, había maquinas electrónicas que expendían la entrada a 5 euros persona y solo con tarjeta de crédito. Una vez dentro, era impresionante la imagen de la multitud variopinta entregada al jolgorio. Caras desencajadas por el sueño, el alcohol y otras cosas del montón. Y las otras caras. La de los recién levantados. Eso si, la magia de San Fermín enseguida los iguala, los mezcla y salta la alegría el cachondeo y el buen rollo. Pero cuando surge el idiota, el tonto a la tres, el machote, o el matón masca chapas, la jauría se lo come con patatas, lo insulta, lo señala y lo echa del entorno sin contemplaciones. Aquí se viene a divertirse y a pasarlo bien. El que intente buscar bronca, mejor que se quede lejos. Aquí no tiene sitio.
En Pamplona se nota la seguridad, lógico, en un sitio donde llegan miles de personas de todas las partes del mundo. Las distintas fuerzas policiales están presentes en la calle, y en todos los actos. De paisano y de uniforme. Y fueron policías de paisano quienes antes del cohete de las 8 de la mañana sacaron de la plaza a un idiota que primero quería saltar al ruedo y ante la bronca de la gente se puso a tocarse sus partes y a provocar. Pitidos y frases despectivas hacia su madre eran un clamor en la plaza y a grito de ¡¡ fuera fuera ¡¡ fue sacado casi en volandas por policías de paisano ya que se resistía a ello, mientras toda la plaza le gritaba ¡¡ tonto ¡¡ una y otra vez. En otro lateral de plaza y a mismo tiempo, otro idiota era sacado fuera del recinto. Pero también había bronca para aquellos que entraban ( gratis ) nada mas abrirse la puerta de entrada de toros y corredores.
Después llegan las vaquillas, y me encantó el respeto que el publico muestra al animal. Sonora pitada, insultos y a veces algún tortazo se lleva el que le tira del rabo, se agarra a su cabeza o hace cualquier cosa que no este dentro del orden y el respeto hacia los bichos. Me sorprendió gratamente el haberlo vivido en directo. La mañana era suave, calurosa y prometía. Y fuimos como marca la tradición, a tomar un chocolate con churros. Lo hicimos en un local de la Plaza del castillo. El chocolate estaba rico, la media docena de churros ¡¡ asquerosos, fríos, correosos y duros. Seis pavos. Me callé, y no se porque. Era para llamarles la atención. Pero optamos por irnos al paseo a escuchar una joticas sentados en una terracita justo a un lateral del escenario. Una cervecita y unas aceitunas pusieron el colofón a unas horas en la fiesta de los navarros/as. A eso de las tres de la tarde pusimos rumbo de regreso y como era de esperar la Guardia Civil tenía montado un contundente control de alcoholemia. Mas de 20 agentes con el aparatito en mano iban tomando nota a cada vehículo que ellos consideraban. Y mas de media docena estaban retenidos en un lateral, posiblemente por dar positivo. Y mira por donde, aquí también hay un montón de idiotas. Lo digo porque el control estaba situado una vez pasado el peaje, pero antes, tienes la opción de desviarte hacia una zona de repostaje, y descanso. Así que no lo entiendo. Cuando me tocó a mi, una agente me invito a soplar y acto seguido me dijo : Adelante, puede continuar.
Llegando a Agurain, decidimos aprovechar los todavía calientes rayos de sol y descansar un poquito al lado del pantano. Eso fue el colofón y punto final de unas horas en la fiesta del toro. En el San Fermín 2013. en Pamplona. Gracias a los navarros/as, por ser como son.
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