Son las cuatro de la madrugada, esta hora para un parado es la hora sin prisa. Tal vez sea también una hora maldita, ésta y todas las que están por venir hasta que un día suene el teléfono, el sonido suave del recibo de un correo en el ordenador, o una carta certificada anunciando una oportunidad.
Son años de espera, la única que no se ha ido es la esperanza, todos los demás se han marchado. El humo de los cigarrillos desesperados que me acompañaron en la noche. Se van un poquito más lejos las ilusiones. Se van las oportunidades que son para ti. Pero la próxima noche volverán a mi guarida. Tal vez algún día no se tengan que marchar. Ese, será un día especial. Y mientras, pasan los días y las horas, en esta situación pasan un poquito más lentos, más tristes en ocasiones. Y como el tiempo es algo que me sobra procuro aprovecharlo, sobre todo en pensar y después, escribir, dejar en un papel la huella de todo ese tiempo.
Cada mañana salgo a la calle a mover el esqueleto para que no se atrofie de estar horas sentado en una silla. Compro el pan, y al regresar tomo un café en el bar de la esquina. Allí, en el lugar de todos, veo las caras de la gente, escucho los ladridos de sus bocas, los gemidos de sus gargantas, las lamentaciones de su alma. Pero sobre todo sus miradas, veo miedo, angustia y sobre todo incertidumbre. Mas allá de todo eso, me siento bien porque estoy – estamos- asistiendo a un cambio de era, la mayoría creo que todavía no se ha dado cuenta. Tengo la sensación de estar viviendo algo especial y es una de las muchas razones y argumentos para no desesperarme, para no tomar la calle del medio. Me valla bien o mal, asisto al hundimiento de este sistema de vida tan injusto. Quizás lo que está por venir sea duro, muy duro, o no. En esto, la historia esta por escribirse.
Hemos vivido en una burbuja demasiado egoísta y ésta ha explotado como no podía ser de otra manera. En un mundo donde se mueren de hambre mil millones de personas y cerca de dos mil sufren mal nutrición no hay razones para darnos por perdidos de momento. Pero si para pensar que algo hemos hecho mal. Demasiadas injusticias. Demasiadas razones para el cambio. El Hambre ha dicho basta. Bien, pues parece que mucha gente no se ha dado cuenta de esto. Están esperando a que amaine el temporal. A que pase la crisis. A que todo vuelva a ser como antes. Y no. Ya nada será como antes, porque ese antes nos ha llevado a este ahora.
"banqueros mendigando por los despachos presidenciales"
Estoy asistiendo como tu al declive del mundo capitalista. Jamás había visto caer sistemas y torres tan altas. Jamás había visto caras de incertidumbre en un gobierno. De todos los gobiernos. Jamás hubiera pensado que empresas potentes y prestigiosas estuvieran al borde del caos. Jamás había visto a los banqueros mendigando por los despachos presidenciales. Todo cambio de era trae consigo tragedias, el hambre será una de ellas, por un tiempo nuestra consigna será esa. A pesar de todo me doy cuenta que otro mundo puede ser posible. Tiene que serlo. Es justo que lo sea. Una utopía a punto de ser real.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Esté de acuerdo o no con lo que escribas, nunca te quitaré el derecho a expresarte como quieras sepas o puedas. Ese mismo respeto lo tengo conmigo. Si es para difamar o insultar NO sale. Gracias por venir...