Ese cumpleaños marcaba ya dos años y pico viviendo con Azucena y su hombre. Nadie podría llegar a imaginar que un año mas tarde, mi vida tomaría otros derroteros. De nuevo otro volver a empezar, otro sin vivir. Tal vez por ser un gran observador desde muy jovencito y que comenzaba a ver y percibir las cosas, casi como un adulto, me daba cuenta de que el hombre oscuro y Azucena estaban condenados a aguantarse desde que se conocieron. Era de esas relaciones tormentosas donde es posible que el miedo y la soledad de los días en solitario, aguantaba esos cimientos tóxicos. Por eso yo sentía que sobraba para el y tal vez para mi madre, pero por distintas razones. Uno, intuyo que guiado celos, frustraciones o porque ya venia tocado de fabrica . Y otra, porque tal vez pretendía actuar de mama, aunque quizás su edad y la complicada vida que llevaba ya no se veía capaz, no lo se. Lo que yo si tenia muy claro es que no la sentía como madre a pesar de que no me faltaba de nada, salvo el mollar, eso si. Y es que nunca supe que fue sentirse hijo. No lo conocí, por lo tanto, tampoco lo echaba de menos. Lo que siempre reclame fue compañía, pero solo obtuve soledad. Y además, creo que me había acostumbrado tanto a ella, que era mi refugio, mi salvavidas. El lugar donde me sentía bien.
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La vida continuaba con la misma rutina de siempre. Mi madre iba a trabajar a su negocio a la tarde y venia de madrugada. Yo seguía trabajando en lo mío y limpiando todo lo que dejaba el cerdo en la cocina en el baño, en la sala. Todo para que mi madre cada vez mas jodida del asma no tuviera que matarse a limpiar. Por cierto, a la sala deje de ir a ver la tele un rato, porque además de que se quedaba dormido ya no aguantaba el hedor de sus pies. Y porque cuando me iba a mi cuarto y le despertaba para que fuera a la cama, sus miradas tenían sangre en los ojos. Así que cuando recogía todo, me metía en mi habitación, trabajaba un poco en cosas que no fueran muy ruidosas y después me iba a la cama escuchaba un poco la radio y hasta el día siguiente. Llego el verano, pero daba igual, las caras , los gestos déspotas, los desplantes, las broncas seguían lo mismo. Un día el hombre oscuro llego a comer a la hora de siempre, pero no venia solo, traía un pastor alemán enorme. El entro sonriendo, contento. Yo también me puse así al ver al perro, se llamaba Rai y enseguida nos hicimos amigos. Pero Azucena se enfureció y le dijo con cara de pocos amigos ¿ Y esto ? ¡ Yo no quiero perros aquí, bastante mierda quito para que ahora me traigas un perro ! así que te lo llevas. El hombre ogro contesto ¡ Pues se va a a quedar hasta que encuentre un sitio en el campo, me lo han regalado ¿ Donde lo voy a meter sino, lista !. La cosa siguió en tensión. Yo quitaba la mía acariciando al nuevo miembro. Efectivamente, mi madre tenia razón. El perro soltaba mucho pelo y al hombre oscuro le daba igual. Le dejaba que se subiera al sofá, a la cama. Es mas, cuando iba a trabajar se lo llevaba a la obra, y aquel pobre animal venia algunas veces lleno de barro. Aquello fue, otra leña mas, a la que ya ardía. Azucena también tenia su carácter, pero contra esa mole todo desvanecía y quedaba en un disgusto mas en su haber, otro trágala. Así era siempre.
Un día antes de que anocheciera, se me ocurrió decirle al señor silencioso si podía sacar al perro a dar una vuelta y a que hiciera sus necesidades. Haz lo que quieras, me dijo mientras leía sus enciclopedias y se metía a Mozart y a todos lo clásicos por vena. Y me marche, serian las nueve de la noche, como era verano todavía había luz. En buena hora se me ocurrió. En un descuido, el perro que tenia mas fuerza que yo, se me escapo detrás de otro con la correa puesta y al galope ¡ Rai, Rai ven aquí, le gritaba ! pero cada vez estaba mas lejos. Le vi meterse por un grupo de casas y después de casi media hora gritando su nombre lo encontré. Lo tenia cogido de la correa un señor que me vio que lo buscaba a gritos. ¡ Uff muchas gracias ! le agarre le eche la bronca y nos fuimos rápidamente para casa. Llegaba quince minutos tarde de las diez, hora estipulada por el sargento. Llame al portero automático ¡ Soy yo ! se abrió y subí. Cuando llegue, la puerta estaba abierta y el hombre oscuro estaba allí, tieso, con las manos en la espalda y algo ebrio. Al ver la escena me temía lo peor, aquellas miradas no se olvidan fácilmente. ¿ Que horas de llegar son estas, no tienes que estar a las diez en casa ? mientras cerraba la puerta. Es que se me escapo el perro y estuve un buen rato buscándolo. En ese momento y sin mediar palabra saco un cinturón que tenia escondido detrás y me cruzo la cara varias veces. Después latigazos por las piernas y la espalda. Creía que me mataba, me sangraba una ceja y me dolía todo. ¡¡ No me pegues No ! . Y ahora a la cama sin cenar ! Me grito. Después se fue a por el perro y comenzó también a darle latigazos como alguien fuera de si mismo. Aquellos quejidos de dolor y miedo de aquel animal los tengo grabados a fuego en mis entrañas. Ese día sentí además de pánico un dolor terrible por la maldad y la ira que vi con mis propios ojos. Fue algo indescriptible, te lo juro.
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