Sara tenia carácter, pero también era una mujer muy sensible y vulnerable. Yo le proporcionaba cierta seguridad y se refugio en ella desde el primer día. Lo único que la perdía era la soberbia que descubrí con la convivencia y su egoísmo en la cama. Su corazón era noble y grande pero vivía en un mundo que no le gustaba y muchas veces se rebelaba contra ella misma porque lo que veía cuando se miraba en el espejo no le terminaba de cuajar.
Ya estamos de camino a México, a disfrutar durante quince días de nuestra luna de miel, suena hasta empalagoso. El viaje se nos hizo muy ameno al coincidir a lado con una pareja, ella cirujana y el anestesista. Los dos estaban casados pero eran amantes desde que se conocieron en el quirófano del hospital donde trabajaban. Comencé yo la charla, el contacto, siempre lo hacia. Soy un tipo abierto que me gusta mucho entablar conversación con cualquiera que me resulte medianamente interesante. Me gusta elegir con quien tomar una copa o compartir mi tiempo y siempre acierto. Dispongo de una gran intuición, fruto de todo lo vivido y no aguanto la banalidad ni las conversaciones estúpidas de sobremesa, donde se pierden las formas y los modos. El país nos recibió de noche a las ocho de la tarde y con una lluvia tropical que parecía un diluvio. Eso fue una decepción, un shock. Nosotros que veníamos en mangas de camisa esperando la bocanada de aire caliente del caribe y bañarnos en el mar nada mas llegar. Después de una buena caminata en autobús desde el aeropuerto hasta el complejo hotelero, por fin llegamos. Recogimos nuestra llave, nos colocaron la pulserita y subimos despidiéndonos de la pareja del avión ¡ Ya nos veremos !. Si mal no recuerdo, la habitación era como un poco cutre y bastante dejada en pintura. Cuando de día vi el hotel en su conjunto, estaba igual. Esa noche bajamos a cenar y nos llamo la atención que no había mucha gente, estaba a medio gas. Tomamos unos tequilas y nos fuimos pronto a la cama.
Lo que no sabia del lugar en aquella época es que amanecía a las cinco de la mañana y a las cinco ya era de noche. No he pasado mas agobio como ese, nunca. Nos despertamos temprano y el paisaje no podía ser mas depre. Estaba cayendo agua de lo lindo y corría un viento que parecía que venia de la Antártida. Poco se podía hacer fuera del hotel, así que bajamos a desayunar y después nos dedicamos a conocer todo el complejo en el que estábamos y a mirar las actividades que había tanto dentro como fuera. Lo curioso es que a cualquier trabajador que te atendía le preguntabas porque lluvia tanto y todos te decían lo mismo " Esto no es nada, es solo una nube, mañana ya no esta " pero la nube se quedo cuatro días seguidos. Pareciera que estaban todos los nativos puestos de acuerdo en lanzar estos mensajes positivos al turismo, pero mentían. El tiempo era el que era, pero por fin el Sol apareció y pudimos disfrutar de la playa, del agua del mar helada, sus peces de colores casi en la orilla y con el son de un viento que se llevaba sillas y sombrillas. Madre mía, como me acordaba de New York, pero bueno ya pasará, además, no queda otra, me dije. Los días siguientes ya era otra cosa, cambio el tiempo y el calor se impuso con fuerza. Fue el momento en el que el hotel comenzó sus excursiones a los lugares históricos típicos y a los pueblos de la zona. La primera semana se hizo dura, aburrida. Un día coincidimos con los amantes fuera del hotel, nosotros íbamos a un parque acuático y especial que había a unos kilómetros, ellos también y les invite a compartir el taxi. Estuvimos todo el día en aquel sitio de ocio y lo pasamos francamente bien. Después cenamos juntos en el hotel y tomamos unos tragos. Una compañía que tampoco nos venia mal, tantas horas juntos y a solas me aburría un poco. Y es que a las cinco de la tarde ya era de noche, la tele era infumable y las actividades del hotel un poco cutres al no haber mucha gente hospedada, supongo.
Sin embargo tenia la impresión de que Sara se sentía fuera, aunque no había razones. Tal vez fuese una impresión mía, pero desgraciadamente no me equivocaba. Al día siguiente nos acercamos al pueblo, Puerto del Carmen. No era muy grande, de esos que su atractivo reside en la calle principal llena de tiendas y bares. Y como no, con sus vendedores clandestinos de marihuana a los que en un arrebato les compramos un poco para probar. No venia en una bolsita de plástico, sino en un cucurucho de papel de periódico. Sara y yo solíamos fumar hachís y nos preció buena idea hacer unas risas, pero aquella María era una bomba, colocaba de lo lindo. Y si ya Sara estaba con su paranoia de que se sentía sola o desplazada argumentando que le hacia mas caso a la gente que a ella, cuando fumo se le acentuó. Nos encontramos en el vestíbulo con la pareja con la que habíamos echo amistad - los amantes médicos - y decidimos tomar una copa y jugar una partida de billar americano. Y es precisamente aquí cuando sucede algo que no recuerdo bien, por parte de Sara. Lo único que tengo grabado en mi memoria es una bronca tal con ella, que me puse hacer la maleta para marcharme en el primer avión que saliera hacia España. Le dio un rollo tan raro que estaba fuera de si, no pensaba lo que decía y fue una constante de reproches sobre mi actitud de buena onda con los demás. Yo estaba tan nervioso, tan mosqueado que me rompí dos nudillos de la mano al dar un puñetazo en la pared. Fue una tensión impresionante que no me gustaba ni un poco y se me paso por la cabeza separarme a la vuelta del viaje. Al día siguiente, hablamos de lo que nos había pasado y lo achacamos a la Marihuana fumada que era muy fuerte, pero sabíamos que había algo mas. No fue normal esa paranoia que le entro y tampoco mi actitud , tal vez algo exagerada o esa gota que colma un vaso. Lo aparcamos, como un mal recuerdo y ese día lo pasamos mejor que el anterior. Llego la fecha de vuelta y en el autobús que nos llevaba al aeropuerto viajamos junto a la pareja . Y ahí conversamos de la movida y les pedimos disculpas ya que cuando ocurrió estábamos juntos. Ellos no le dieron mayor importancia y entendieron que la droga fumada podría haber sido el detonante y así se quedo la cosa. Como el viaje era largo nos pasaron dos pastillas para dormir que junto con el Wiski tomado después de la cena nos dejaron secos mas de ocho horas. Tal vez por eso la vuelta, se nos hizo hasta corta. Cuando la familia y los amigos nos preguntaron por el viaje por supuesto dijimos que divino, pero lo dos sabíamos que no era verdad. Allí paso algo que encendió el semáforo de nuestra relación en ámbar, al menos por mi parte.
Imágenes de Internet
Después de las Navidades, el día diez de Enero del 2001, dos meses después de de asistir a mi boda, me avisa el matrimonio amigo de mi madre de que el hombre oscuro estaba grave en el hospital y que los médicos le daban horas de vida. Ese mismo día me pongo de camino hacia Ponferrada, preferí viajar solo ya que si fallecía como estaba previsto, tendría que quedarme para arreglar papeles, el entierro etc. Cuando llegué todavía respiraba, pero fue entrar en la habitación del hospital cogerle de la mano en una acto de bondad que salió de mi sin mi permiso y dar el ultimo suspiro. Pareciera que hubiera estado esperando a que llegara, tal vez una señal como acto de arrepentimiento o perdón hacia mi, quien sabe. Se acabo la vida para el hombre que martirizo la vida de Azucena y el que marco a sangre, golpes y desprecios, la niñez de su hijo. Sentí pena, eso es cierto, pero sobre todo una liberación enorme. Con esta muerte cerraba para siempre una de las etapas de mi vida que no se la deseo a nadie.
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